Los nuevos hialurónicos y el cambio de paradigma

Hialuronico

¿Qué son los hialurónicos híbridos, tan de actualidad este año en el sector médico-estético? ¿Cómo cambiarán el concepto de la belleza “inyectable”? El Dr. Leo Cerrud, especialista en medicina estética, nos explica conceptos importantes para profundizar más en este campo que nos apasiona, el de la medicina estética, y nos da su opinión, siempre honesta y sin tapujos, sobre algunos de los debates más candentes del momento.

Por el Dr. Leo Cerrud

No hay duda de que la medicina estética progresa rauda y veloz al ritmo de las necesidades que se van generando en este tan cambiante y tan exigente universo de la belleza y la juventud.

Un ejemplo de ello es la toxina botulínica para uso estético, que avanza de forma meteórica. Entre las nuevas marcas coreanas que pisan fuerte y las nuevas modalidades que se presentan ya restituidas y que prometen maravillas, los tratamientos antiarrugas con toxina seguirán siendo “top ventas”.

Hialurónico y colágeno

Sin embargo, y por supuesto, no podía quedarse atrás el otro gran aliado de la medicina estética: el ácido hialurónico. Esa gran molécula que forma parte ya de la cotidianidad más coloquial, se reinventa ahora y se acompaña de otros compuestos activos –concretamente, los inductores de colágeno– que antes solo se vendían por separado para generar una sinergia nunca antes vista en esta disciplina y que está demostrando que ha venido para quedarse.

Pero empecemos por las explicaciones técnicas sobre cada uno de los protagonistas. El ácido hialurónico es una molécula con una marcada tendencia hidrófila, es decir, adora el agua y es capaz de captarla y quedársela allí donde la deposites, por eso si se infiltra en la dermis se “llena” de agua e hidrata la zona “en profundidad”, como todos solemos decir. No obstante, se trata también de una molécula tremendamente lábil, poco estable, y el organismo es capaz de degradarla o destruirla en cuestión de días.

Hay dos formas de proteger al ácido de la degradación. Por un lado, reticularlo. La reticulación es un proceso químico de laboratorio que consiste en enrollar el ácido sobre sí mismo (literalmente) y unirlo en diferentes puntos con agentes reticulantes (conocidos como BDDE) que nos permiten obtener diferentes densidades y aumentar la vida media del ácido en el organismo. Imaginaos una goma de pelo, pero totalmente recta, y con pequeñas gotas de agua pegadas a ella. Si esa goma la enrollas sobre sí misma y unes todas esas gotitas de agua, la estructura sobrante tiene mayor densidad y, por ende, además de hidratar, aporta volumen.

Otra forma de proteger al ácido es asociarlo a otras moléculas que le sirvan de escudo protector contra la degradación. Dependiendo del grado de reticulación y de los compuestos con los que esté asociado el ácido, durará más o menos tiempo en el organismo o aportará más o menos volumen.

También hay que tomar en cuenta las características reológicas (es decir, la manera en la que se comporta el ácido según el grado de reticulación, una vez que se enrolla sobre sí mismo), la concentración del mismo (a mayor concentración de ácido hialurónico, mayor poder de hidratación) y el peso molecular (en función de la concentración, hay menor o mayor peso molecular). Hablamos entonces de viscoelasticidad y G’, conceptos un poco farragosos y en los que no hace falta, para el caso que nos ocupa, detenerse demasiado, pero que son de suma importancia si te dedicas a infiltrar rostros con ácido hialurónico de uso estético.

Por otro lado, y sin desmerecer al ácido hialurónico, existen los inductores de colágeno, otros materiales de infiltración cuya función es, además de aportar volumen, en algunos casos, inducir o generar la famosa producción de colágeno que, como todos sabemos, es uno de los targets oficiales de la medicina estética. Hablamos de sustancias como la hidroxiapatita cálcica, la policaprolactona y el ácido poliláctico. Todos ellos son sobradamente conocidos, estudiados y comprobados sus efectos en medicina estética sobre el tan mentado colágeno.

Pasado, presente y futuro

Hasta hace un par de años, el médico estético tenía que tomar una decisión crucial: nos veíamos obligados a decidir entre hidratación e inducción (de colágeno). Es decir, dependiendo de la edad del paciente, del sexo, del tipo de piel, del objetivo que queríamos conseguir, del presupuesto (una variable muy importante) o de la disponibilidad del producto, debíamos decidir si usar un hialurónico más o menos reticulado o un inductor de colágeno más o menos diluido.

Cuando hablamos de diluir un inductor de colágeno hablamos de disminuir su poder voluminizador al máximo y potenciar su poder inductor. En cuello, por ejemplo, cuya piel es muy fina, se utilizan inductores de colágeno hiperdiluidos, puesto que en esa zona no queremos, en ningún caso, aportar volumen, pero sí se necesita mucha producción de colágeno para mejorar la flacidez.

Las nuevas, buenas y estimulantes noticias son que ya no hace falta devanarse los sesos entre inducción o hidratación, puesto que los nuevos hialurónicos, conocidos como híbridos, lo aportan todo: hidratan y voluminizan como siempre lo han hecho, duran más y son menos “tóxicos” a nivel de agente reticulante (resulta que ahora sabemos que los BDDE no se degradan todo lo que nos gustaría y que se acumulan en el organismo, lo cual puede suponer cierto grado de toxicidad).

Pero además, ahora son capaces de inducir la formación de colágeno de diferentes y variadas maneras. Por un lado, asociándolo en el mismo producto con hidroxiapatita cálcica o policarprolactona, y por el otro, fragmentándolo de tal manera que pueda ser “reconocido” por el mismísimo fibroblasto. ¿Para qué queremos más? Hidratación y firmeza en un mismo producto.

Hasta hace un par de años, el médico estético se veía obligado a decidir entre hidratación e inducción de colágeno. Ahora, los nuevos hialurónicos, conocidos como híbridos, lo aportan todo

Nuevos aires

Todo este desembarco de nuevos hialurónicos también ha conseguido un cambio de paradigma, y es que el tiempo de los grandes volúmenes parece haber llegado a su fin. Aunque siempre quedarán pacientes cuyos resultados estéticos nadie entienda, porque suponen exageraciones antianatómicas (al igual que siempre habrá pacientes cuyos resultados estéticos nadie perciba, con una intervención tan sutil que no se llega a notar), parece que por fin se acabó aquello de hinchar hasta deformar. Para mi gusto personal, todo lo muy evidente es vulgar.

No digo que esté bien o esté mal, solo que no es mi estilo. Creo que hay que posicionarse y tomar partido en esta “guerra” contra los signos de la edad, y yo elijo menos voluminización y más inducción.