Como en un edificio sagrado, la piel es una estructura vital que protege nuestro organismo de los invasores externos. De hecho, está formada también por “ladrillos y cemento”. En invierno hay que reforzar esta muralla para que el frío no la debilite y penetre en el templo.
Con la llegada del invierno, nuestras vidas se envuelven en capas de abrigos, bufandas y guantes para protegernos del frío. Sin embargo, hay otra “capa” igualmente importante que a menudo pasamos por alto: nuestra piel y su “función barrera”, que nos protege contra diversos agentes externos como bacterias, virus, alérgenos, radiación ultravioleta, sustancias químicas y la deshidratación. En esta temporada, por tanto, la pie se enfrenta a desafíos únicos que requieren una atención especial para mantener su integridad y salud.
Paloma García Mediero
Licenciada en Farmacia.
Directora técnica de Laboratorios Kapyderm
Hola, soy tu epidermis
La capa externa de la piel, la epidermis, tiene una estructura especial llamada “en ladrillos y cemento”, en la cual los ladrillos son los queratinocitos, y el cemento, una disolución con activos como la urea, aminoácidos o ácido hialurónico, entre otros, por donde difunden los nutrientes y con gran capacidad de retención de agua. Esta estructura conforma una barrera física, muy resistente, que previene la entrada de sustancias dañinas como patógenos, alérgenos o la radiación UV, pero que además retiene el agua epidérmica, manteniendo la hidratación de la piel.
Esta capa también alberga una variedad de microorganismos beneficiosos que forman la microbiota cutánea. Estos desempeñan un papel crucial en la protección contra patógenos inversores, contribuyendo a mantener un equilibrio saludable en la piel.
Qué me ocurre en la piel si paso frío
El aire frío y seco del invierno tiene un impacto directo sobre la piel, ya que tiende a absorber su humedad, dejándola seca y propensa a la descamación. La microbiota disminuye su función, la estructura en ladrillos y cemento se desestabiliza, y la pérdida de agua transepidérmica se hace evidente, apareciendo los primeros signos de la deshidratación, como tirantez y aspereza. Si la condición perdura, aparecerán rojeces, prurito e inflamación.
Al mismo tiempo, las bajas temperaturas causan vasoconstricción para mantener el calor corporal. La constricción de los vasos sanguíneos reduce el flujo sanguíneo; las células de la capa basal reciben menos oxígeno y nutrientes, por lo que la renovación epitelial se ralentiza, y la piel adquiere un aspecto opaco y pálido.
Además, aunque la secreción sebácea está controlada por los andrógenos, en invierno es menos intensa, haciendo que la piel pierda elasticidad.
Por estos motivos, es frecuente que, con las bajas temperaturas del invierno, numerosas afecciones dermocapilares se agraven. Así, las personas con rosácea (fig. 1) pueden experimentar un empeoramiento de los síntomas, como enrojecimiento facial y vasos sanguíneos dilatados debido a los cambios bruscos de temperatura y el consumo de bebidas calientes. Las condiciones cutáneas como la dermatitis (fig. 2) y la psoriasis (fig. 3) empeoran en climas fríos, ya que la piel sensible puede reaccionar de manera más pronunciada a los factores ambientales adversos.
Cómo “abrigarme” y cuidarme
No todo el mundo experimenta los mismos síntomas, por lo tanto, el profesional de la estética necesita conocer en profundidad la piel y realizar un buen diagnóstico de cada caso para devolver a cada piel toda su belleza y bienestar.
No obstante, podemos decir que, para contrarrestar estos efectos, en todos los casos, es crucial mantener una rutina de cuidado de la piel adecuada. El uso de cosméticos inadecuados o que no se ajustan al estado y tipo de piel de cada uno puede contribuir a empeorar las afecciones dermotricológicas.
Lo más recomendable es acudir a un centro dermotricológico especializado, en el que se hará una buena evaluación del estado de la piel y se ofrecerán planes de salud personalizados y adecuados a los signos y síntomas que aparecen en la piel en esta estación del año.
Por tanto, algunas recomendaciones de cuidado básicas en esta época serían: el uso de cremas hidratantes adecuadas (que tengan un pH adecuado y que cumplan con el objetivo propuesto, como hidratar, nutrir, regenerar…), así como de protector solar; utilizar prendas de abrigo para proteger la piel del viento y la humedad, y seguir una buena alimentación, en la que abunden sustancias antioxidantes, como las vitaminas C y E, así como beber al menos 2 litros de agua diaria.
Estas pautas pueden contribuir a disminuir la sequedad cutánea propia del invierno y a mejorar el aspecto y la salud de nuestra piel y organismo, ya que, como hemos dicho anteriormente, la piel nos protege de la entrada de microorganismos que pueden contribuir a empeorar nuestra salud general.
Deja una respuesta