El diagnóstico genético aplicado a la cosmética es una herramienta que permite determinar las causas individuales del envejecimiento cutáneo y estudiar la predisposición y tendencias a problemas particulares para crear el producto adaptado a cada persona.
Por Mayte Martínez.
Cada vez está más revalidado el concepto de que el envejecimiento de la piel está condicionado por la genética. Gracias a la investigación y a los últimos avances en el estudio del genoma humano, ha sido posible desarrollar programas basados en la genocosmética, dando como resultado la hiperpersonalización de los cosméticos. Hoy es posible “identificar la predisposición de un individuo y su tendencia genética a desarrollar diferentes síntomas del envejecimiento -explica Inmaculada Canterla, farmacéutica-. Con la interpretación de los datos genómicos y una valoración clínica integral, podemos ofrecer una solución única y 100% adaptada al cuidado específico de cada piel, con efecto preventivo, reparador y a medida”.
No se trata exclusivamente de eliminar los signos de la edad sino de evitar su aparición, adelantándose a los acontecimientos e interviniendo antes de que este proceso se desencadene. El ADN habla de la presencia de alteraciones, y el estudio de su efecto permite diseñar un tratamiento a medida acorde con el mapa genético y por lo tanto mucho más eficaz.
De la medicina a la belleza. La medicina genómica despega en el 2005, cuando se descubre el genoma humano y se impulsa la investigación de las causas de las enfermedades, el diagnóstico precoz y predictivo y la farmacogenómica o personalización de los tratamientos farmacológicos. Además, este descubrimiento ayudó a otras disciplinas como la medicina antiaging. “Al igual que sucede con las técnicas de medicina personalizada, conocer el origen genético de los signos de envejecimiento permite obtener un tratamiento cosmético individual mucho más preciso, efectivo y con unos resultados visibles mucho más rápidos. Los beneficios son múltiples ya que permite descartar aquellos cosméticos que no son útiles, identificando cuáles tienen mayores posibilidades de efectividad y evitando reacciones adversas, permitiendo, en consecuencia, optimizar los recursos económicos destinados a este tipo de tratamientos cosméticos a pesar de la inversión inicial a hacer en el análisis genético”, asegura Ignacio Bermúdez, Doctor en farmacia.
Se trata de un avance que consigue el sueño cosmético por excelencia, minimizar el impacto del paso del tiempo en la piel, restaurando el equilibrio cutáneo y restableciendo las funciones celulares óptimas para que puedan hacer su trabajo durante más tiempo.
La diferencia que nos avala. Tras largos años de investigación y gracias al conocimiento del genoma humano que ha permitido determinar los puntos en los que somos genéticamente diferentes unos a otros, es posible tener en cuenta un número de variaciones del ADN (también llamadas polimorfismos), que determinan de antemano qué riesgos tenemos de padecer alteraciones y qué pueden provocar.
Todos los seres humanos somos genéticamente distintos en un 0.1%. En esta variación genética se determinan los factores que nos hacen diferentes a los demás, como son el color de ojos o el tipo de sangre, los riesgos que tenemos de desarrollar una enfermedad o nuestra predisposición a manifestar signos de envejecimiento cutáneo prematuro.
Mediante bioingeniería informática se han podido localizar variaciones genéticas clave que predisponen a la piel a envejecer prematuramente, permitiendo desarrollar una solución cosmética única y personalizada basada en el análisis y resultado de su estudio genético.
El Gen Humano como herramienta antiaging. El gen se define como ‘unidad de almacenamiento de información hereditaria codificada’. Cuando hablamos de genocosmética nos referimos al estudio del origen del envejecimiento y las alteraciones que se producen en la piel, fruto de la edad, tales como la flacidez o las alteraciones pigmentarias. Según demuestran los estudios hay más de 1.500 genes implicados en el proceso de envejecimiento de la piel influyendo cada uno de ellos en un factor como puede ser el potencial antioxidante, la capacidad de protección solar, la elasticidad, el grado de hidratación o la textura. La cosmética genómica se basa en la personalización del tratamiento en base a las alteraciones genéticas (polimorfismos) para prevenir y retrasar los signos del tiempo, adelantándose al proceso de envejecimiento e interviniendo antes de que ocurra.
Agentes externos en juego. Pero la genética no lo determina todo, siempre estamos sujetos a otros factores externos que nos influyen de manera activa. Como apunta Inmaculada Canterla, “no basta con saber la predisposición genética de un individuo ya que éste puede, o no, expresar las tendencias genéticas dependiendo de un sinfín de factores medio ambientales, estilo de vida, culturales, mentales…”. La asociación entre ciertas variaciones de la secuencia genética y las propiedades de la piel, tienen como objetivo idear un régimen completo de cuidados a medida. Por eso primero se realiza un examen minucioso de toda la superficie cutánea para así detectar posibles susceptibilidades y lesiones. También se evalúan otros parámetros como son el tipo de piel, el grado de hidratación y secreción sebácea, la elasticidad, el confort, etc. y con ellos se evaluará la predisposición genética a manifestar alteraciones estéticas en la piel y se seleccionará una combinación efectiva de activos a medida de las necesidades individuales de la persona: arrugas, sensibilidad, longevidad celular, detoxificación, pigmentaciones y estructura tisular. Son tratamientos únicos porque se personalizan totalmente para garantizar la eficacia de los resultados. Un cosmético con altas dosis de ciencia.
A través de la saliva. El protocolo consiste en una primera toma de una muestra de ADN a través de la saliva. A continuación, el experto rellena la historia clínica para poder realizar los estudios genéticos. Una simple recolección de saliva dará la información genética que se integra a la evaluación de los factores externos. “Se estudian una serie de genes que están directamente relacionados con el aspecto de la piel, y algunos polimorfismos (variaciones genéticas) que marcan la posible evolución de esa piel” explica Inmaculada Canterla. El informe genético evalúa de 0 a 100 (expresado en porcentaje de riesgo) la predisposición, tanto genética como medioambiental, a las preocupaciones cutáneas: firmeza, arrugas, manchas, intolerancia, longevidad y capacidad para eliminar toxinas, también aporta información relativa a la tendencia a aumentar de peso. Una vez realizadas todas las pruebas se interpretan los resultados y se elabora un perfil personalizado, determinando cuáles son las áreas más delicadas biológicamente hablando y dónde debe centrarse el tratamiento cosmético para compensar los efectos de la huella genética.
Tratamiento exclusivo. Toda esta información es procesada mediante un complejo sistema informático y de algoritmos a través del cual se diseña el régimen personalizado de tratamiento específico para cada paciente que aúna los más potentes activos naturales y tecnológicos según las características de la piel teniendo en cuenta también las preferencias de textura y aroma de cada paciente. Cada uno de los ingredientes se basa en los resultados de los análisis de ADN, el perfil medio ambiental y el estilo de vida estudiados. Todo ello permite desarrollar rutinas totalmente personalizadas con un 100% de precisión. Una respuesta única, algo que solo permite el estudio genético. El individuo aporta la información recogida en sus genes y la ciencia ofrece sus activos, beneficios y conocimientos en la lucha contra el envejecimiento y sus manifestaciones y la recuperación de la belleza.
Adelantarse al futuro. Si bien es cierto que la carga genética permanece invariable a lo largo de la vida, los estados expresados por el ambiente y nuestros hábitos sí son reversibles. Con programas antienvejecimiento elaborados a partir de análisis genómicos los tratamientos personalizados actúan sobre las manifestaciones del envejecimiento ya presentes y, además, tratan futuras manifestaciones para las que estamos predispuestos. Porque nuestros genes no son nuestro destino, dependen de nuestro estilo de vida y ambiente. No envejecemos igual que nuestros padres; factores como la radiación solar, el tabaco, la alimentación o el estrés dejan su huella. “Conocemos los mecanismos de acción de los activos y muchos de ellos inducen la expresión de proteínas de las que somos deficitarios o inhibe la sobreexpresión de aquéllas que pueden tener un efecto perjudicial en el envejecimiento”, detalla Ignacio Bermúdez.
Incuestionablemente, estamos en una nueva era que asienta las bases de los tratamientos cosméticos futuros, cuando ya nadie podrá cuestionar si aquello que se le está recomendando desde la consulta del especialista es lo mejor o no para su piel. Tan sólo un 0,1% nos hace únicos y marca la diferencia entre hacerlo bien y hacerlo mejor.
Deja una respuesta