A la gran magnate de la cosmética Helena Rubinstein se le atribuye siempre la frase: “no existen mujeres feas, solo perezosas”. Madame, como se hacía llamar, tenía su carácter; sin embargo, en una época en la que la cosmética y el maquillaje estaban reservados a actrices, cabareteras y prostitutas –en una época en la que todos aquellos oficios eran percibidos socialmente de manera similar- ella defendió y consagró la idea de que cualquier mujer, independientemente de su profesión, su procedencia o su estatus, podía –y debía- cuidarse y desear estar más bella. Helena Rubinstein democratizó la belleza. Y la convirtió en un arma de poder.