El acné es la enfermedad cutánea más frecuente. Sus marcas no solo se observan a nivel físico, sino también en el plano emocional, ya que afecta a la autoestima de las personas que lo padecen. Nuevos tratamientos, como la terapia con fluorescencia, ofrecen una solución segura, sin apenas efectos adversos, tanto para los casos de acné moderado como para los más severos. Pero no debemos olvidar diferentes armas de ataque, desde limpiezas profundas hasta láser, pasando por exfoliaciones químicas y peelings.
Por Olga Guerrero.
El acné es una patología dermatológica de alta prevalencia que, aunque más común entre la población adolescente, afecta a personas de todas las edades. Según los expertos, entre el 70 y el 80 % de los jóvenes presenta algún tipo de acné, mientras que, en la edad adulta, el Dr. José Luis López Estebaranz, dermatólogo, asegura que “en los países occidentales la incidencia en la mujer oscila entre el 12 y el 18 %, mientras que en los hombres es algo menor”.
Se trata de un trastorno de la piel que ocurre cuando los folículos pilosos se tapan con grasa y células cutáneas muertas. Frecuentemente, ocasiona la aparición de comedones, puntos negros o granos y suele presentarse en la cara, la frente, el pecho, la parte superior de la espalda y los hombros, ya que es en estas zonas donde se encuentra la mayor parte de las glándulas sebáceas. Si no se trata correctamente o no se controla pronto puede dejar secuelas, cicatrices que perduran en el tiempo.
Tratamientos que funcionan
El acné es considerado como una enfermedad de la piel que puede ser tratada con dispositivos de luz y de láser fototerapia y terapia fotodinámica, así como la nueva terapia biofotónica, que produce distintas radiaciones fluorescentes con su efecto biológico cutáneo sobre el acné inflamatorio y las cicatrices. Además, también se emplean peelings químicos, láseres ablativos y no ablativos, así como fórmulas magistrales efectivas, las cuales permiten un tratamiento tópico adaptado. Según la intensidad y extensión de las lesiones utilizaremos cremas con retinoides, ácido azelaico o comedolíticos, ácido retinoico, salicílico o glicólico. No se soluciona de un día para otro, por eso se hace necesario un tratamiento de control de la reacción y otro de regeneración para renovar la superficie dérmica, corregir daños y otorgar vitalidad a la dermis. Para evitar la sequedad y pérdida de luminosidad que puedan provocar los ácidos debemos nutrir la piel con un cóctel de activos que la proteja de futuras agresiones, facilitando su pronta recuperación. Como paso final de cualquier tratamiento, la luz led da buenos resultados para disminuir las lesiones activas. En este caso, es de vital importancia el tono azul que funciona a 954 nanómetros y se encarga de matar todas las bacterias que produce la piel.
Cuestión de edad
La pubertad, la edad comprendida entre los 15 y 18 años, es el momento en el que habitualmente empiezan a aparecer los síntomas del acné. Es lo que se denomina acné vulgar o acné adolescente y, aunque son muchos los factores que pueden influir en su aparición o persistencia, las causas principales están relacionadas con los cambios físicos propios de esta etapa vital. En la adolescencia, el ser humano experimenta casi una metamorfosis, alteraciones hormonales, morfológicas y psicológicas que afectan a la práctica totalidad de los órganos del cuerpo y la piel no es una excepción.
La mayoría de los adolescentes presenta un cutis graso porque la acción de los derivados androgénicos, como la testosterona, activan las glándulas sebáceas, volviéndolas hiperactivas y aumentando su volumen. Esto hace que la secreción sebácea predomine sobre la sudoral, dando a la capa córnea, la más superficial de la epidermis, un aspecto brillante y graso. Pero, además, este desequilibrio entre las secreciones hace que la emulsión epicutánea (una mezcla de glándulas sebáceas y sudoríparas, restos de células muertas y otras sustancias que se forman sobre la piel) no pueda cumplir con su función protectora frente a la deshidratación. La combinación de estos efectos es lo que causa que el rostro tenga un brillo graso, con poros muy abiertos y que surjan con facilidad puntos negros y espinillas.
En muchos casos, el acné adolescente desaparece una vez pasada la edad crítica, pero algunas veces prevalece durante años o bien permanecen las marcas en forma de cicatrices. Esta es una de las razones por las que podemos encontramos con este problema en la edad adulta, pero también es posible que el acné surja, o resurja, de los 25 años en adelante y después de llevar años controlado. Es algo más habitual entre las mujeres que entre los hombres debido a las fluctuaciones hormonales del ciclo menstrual, el embarazo y la menopausia.
Factores agravantes. Además de por causas hormonales y exceso de grasa, el acné y su aparición puede estar relacionado con:
- La contaminación: en las grandes ciudades, las partículas en suspensión de menos de 2.5 micras alteran la barrera de la piel y pueden llegar a causar acné. Además, no solo empeoran los puntos negros sino que salen más. Estas partículas desencadenan la oxidación del sebo y un incremento en la producción de grasa.
- El sol: la luz UV es otra amenaza para el cuidado de la piel. Hay quienes piensan que la exposición al sol favorece la desaparición de las espinillas. Esta afirmación es falsa. El sol acelera el proceso de producción de sebo, que acaba obstruyendo los poros haciendo que la grasa no pueda liberarse.
- El estrés: los expertos piensan que las hormonas del estrés pueden provocar el aumento de la producción de sebo.
Impacto emocional. Las lesiones físicas del acné perjudican la imagen del individuo y puede afectar psicológicamente a las personas que lo sufren. A los jóvenes les preocupa que sus marcas provoquen rechazo social, ya que están en un momento delicado del desarrollo de la personalidad. En cuanto a los adultos, afecta a su autoestima porque ven esta enfermedad como algo del pasado. De ahí la importancia de conseguir una buena relación con nuestros clientes que la padecen; tenemos que convertirlos en aliados para que acepten el tratamiento, que en la mayoría de los casos va a requerir de constancia y paciencia para conseguir buenos resultados. “Tenemos que hacer una entrevista motivacional, transmitirle que es capaz de ponerle solución a su problema, preguntarle cómo le gustaría verse y buscar el tratamiento que mejor se adapte a su estilo de vida. No se trata de hacer psicoterapia sino de preguntas abiertas para ir recogiendo información y que se sienta parte del tratamiento”, recomienda la Dra. Sabrina Kindem, dermatóloga de Valencia.
Primer paso: limpieza, limpieza y limpieza
Ante un problema de acné, lo más recomendable en un primer acercamiento es una higiene profunda, respetando el ciclo natural de segregación del sebo, que es de 7 a 8 días, y el ciclo de renovación epidérmica, de 21 a 28 días. Aplicaremos una loción descongestiva calmante, antiséptica y seboreguladora con movimientos circulares del centro hacia fuera. Luego, una crema suavizante y protectora sobre las lesiones o zonas a tratar. A continuación, se realiza un masaje neurorelajante durante 10 minutos y se hace una extracción profunda para liberar al folículo polisebáceo de sebo, reduciendo así la posibilidad de alteraciones. Después, se efectúa un peeling tratante, descongestivo, hidraestabilizante y calmante con ingredientes antiinflamatorios como serenoa serrulata, polvo de avena, alcanfor, levadura de cerveza o alfa bisabolol. Esta exfoliación facial ejerce un efecto pulidor suave y estimula la renovación epidérmica dejando una piel fina, con menos grasa y descongestionada. Seguimos con una mascarilla absorbente de grasa, higienizante, descongestiva y posteriormente aplicamos una loción antiséptica, secante y protectora por todo el rostro evitando la zona del contorno de los ojos y los labios.
Con este protocolo se consigue la penetración de seborreguladores para así recuperar el equilibrio y la vitalidad de la piel y, en consecuencia, retrasar la aparición de nuevas lesiones.
Segundo paso: control y equilibrio
En posteriores sesiones, además de limpiar, exfoliar y calmar la piel, se aplicará una emulsión oxigenante y purificante para activar la dermis y, en las primeras 2 o 4 sesiones, se aplicará un factor de hidratación natural. A partir de la 3ª o la 5ª sesión, se aplicará un provitamínico líquido revitalizante.
Después, un gel hidronutritivo, reafirmante y regenerador. Podemos ayudarnos de aparatología. Con este tratamiento se consigue aportar aquellos elementos que facilitan el mantenimiento de la estructura, el metabolismo y la respiración celular para recuperar la vitalidad de la piel y levantar los mecanismos de defensa.
Atención a las cicatrices
Son la consecuencia de los casos que no han sido curados correctamente. Si controlas la infección es muy probable que no aparezcan marcas a posteriori. Pero si ya te llegan con ellas, puedes usar ácido salicílico que limará y nivelará la piel con el resto de la cara. Cuando aparecen más profundas, la radiofrecuencia bipolar fraccionada aplica de forma efectiva el calor de la energía en la dermis superior, produciendo un aumento significativo del colágeno y la elastina, eliminando o mejorando la apariencia de las cicatrices del acné. A veces son tan hondas que si quisiéramos llegar hasta ellas con peelings quemaríamos las capas profundas de la piel, aumentando el problema. Gracias a la nanofrecuencia microfragmentada es posible retexturizar, revascularizar y rellenar las cicatrices más graves.
Terapia con fluorescencia
Sirve tanto para tratar el acné activo como para evitar y curar las cicatrices desde el principio. Asimismo, se puede combinar con otros tratamientos. Produce distintas radiaciones fluorescentes con efecto biológico cutáneo, mejorando el estado de la piel y aportando un plus de luminosidad gracias a la generación de colágeno. Utiliza el poder de la biofotónica para tratar el acné de manera segura y estimular los mecanismos de reparación propios de la piel.
El tratamiento combina una lámpara de alta intensidad con un gel fotoconversor para eliminar las bacterias e iniciar la regeneración. Se aplica el gel en la piel y se deja en exposición bajo una lámpara LED de longitud de onda múltiple -generando apenas una sensación de calor- durante nueve minutos. Cuando la luz se pone en contacto con el gel, los cromóforos convierten la luz en fluorescencia haciendo que progresivamente vayan apareciendo cada vez menos lesiones inflamatorias y, en consecuencia, se reduzcan las cicatrices, los signos del acné y la inflamación. Se trata de conseguir que la propia piel comience a “funcionar” bien por sí misma. Se debe administrar dos veces a la semana durante seis semanas. Esta activación de los mecanismos de reparación internos de la piel se proyecta, además, a largo plazo, de modo que la mejoría continúa progresando tiempo después de finalizar el tratamiento.
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