Son muchas las profesionales que hacen un test de aromas o cata olfativa para que sea el cliente quien elija los aceites o cosméticos a emplear o las esencias a pulverizar durante un tratamiento. Hay varias maneras de realizar estas pruebas, algunas más complejas que otras, pero todas interesantes, sorprendentes y muy reveladoras. Y es que, como veremos, a veces, “el cuerpo grita lo que calla el habla”.
El olfato es un sentido poderoso (para algo es uno de los más antiguos a nivel evolutivo). Tiene, de hecho, “pase VIP” en nuestro cerebro. Y es que, mientras otros estímulos pasan primero por el tálamo, que hace de “aduana” en el proceso sensorial, la información olfativa llega directamente a la corteza cerebral; más concretamente, a un lugar conectado con la amígdala (encargada de la respuesta emocional; es decir, de conectar estímulos con emociones) y con el hipocampo (que se encarga del aprendizaje y de la consolidación de la memoria; conectando a menudo estos estímulos con recuerdos).
Es el motivo por el cual un olor nos provoca o evoca sentimientos tan vívidos, y también la razón por la cual algunos terapeutas consideran tan importante hacer “catas” o test de aromas antes de determinados tratamientos.
Cata a ciegas de aromas
Antes de poner a prueba nuestros impulsos, los terapeutas preguntan. “Nosotros siempre hacemos un test de bienvenida. Se trata de responder una serie de preguntas que nos guíen un poco por dónde debemos ir”, nos cuenta Bella Hurtado, directora dermocosmética de Aromatherapy Associates. Lo normal, refiere Hurtado, es que los clientes tengan una serie de dolencias o preocupaciones más o menos comunes, que en su caso tienen categorizadas en alrededor de 10 o 15 situaciones específicas: cansancio, estrés… “Una vez lo tenemos, hacemos cata a ciegas de los tres aceites que más pueden encajar, y suele ser nuestro propio organismo el que nos invita a elegir el que más nos beneficiará en aquello que más nos preocupa”, continúa.
El proceso es el siguiente: sobre esos aceites que el terapeuta piensa que pueden ayudarnos en nuestra situación, nos da a elegir entre dos con los ojos cerrados. Después, nos dan a elegir entre el que hemos escogido y un tercero; y en base a esa mezcla de aromas, desarrollan todo el protocolo.
“El hecho de hacer la cata a ciegas es, precisamente, que todo se enfoque en el olfato. El organismo es sabio, y suele elegir no tanto lo que nos gusta como lo que le va a beneficiar en el protocolo. De hecho, suele haber muchas sorpresas porque, en muchas ocasiones, se eligen aromas que puede que no nos tiendan a gustar si lo pensamos fríamente. Cuando hacemos la cata, al oler el aceite, se activa el sistema límbico cerebral y nos induce a elegir lo que el cerebro más estima que necesitamos. En la elección pueden influir el estado de ánimo, el estado físico, etc”, concluye Hurtado.
La información olfativa llega directamente a la corteza cerebral; más concretamente, a un lugar conectado con la amígdala y con el hipocampo.

Conocimiento botánico
A esta vía para saber qué materias hay que usar en un protocolo, Nadia Morales, terapeuta y formadora de Alqvimia, la llama la “aceptación vía inhalatoria”, y nos recuerda que, a pesar de que parezca una cuestión instintiva y casi trivial, por lo rápido de nuestra respuesta, no hay que olvidar, como hemos explicado al principio del artículo, que en este proceso hay implicadas partes del cerebro que convierten estas elecciones “en una respuesta cognitiva que, aunque a veces no tenga un razonamiento empírico, es altamente poderosa”.
Morales, además de las ya mencionadas, nos habla de otra área implicada: el núcleo accumbens. “Esta zona del cerebro tiene un alto grado de vinculación con aquello que sabemos que va a pasar”, explica Noelia; es la encargada de gestionar el circuito de recompensa de una persona, la que nos motiva a ir a por algo que sabemos que nos va a dar placer. En este caso, es la zona que empieza a generar expectativas en sintonía con el aroma, por lo que ayudará en el éxito de los resultados. “Aunque no es la única que participa, sin duda es la más curiosa”, añade.
No obstante, señala también Morales, que este test sea subjetivo tampoco quiere decir que todo recaiga sobre el cliente: de hecho, realizarlo solo tiene sentido si va precedido de un alto conocimiento botánico por parte del terapeuta. Primero se debe conocer la familia botánica y especie que vamos a usar, indica la experta –“una lavanda angustifolia no es lo mismo que una lavanda híbrida (lavandín). Aunque de aroma similar, la primera es de una cosecha más delicada, y se le atribuyen una cantidad de propiedades únicas; frente a un lavandín, con mayor producción, pero menor impacto que esta por ser químicamente más pobre”–.
En segundo lugar, hay que tener “un alto conocimiento de propiedades, vinculaciones y aspectos holísticos de las especies y variantes en el mundo de los aceites esenciales, así como de su naturaleza química. A través de este conocimiento no solo valoramos qué hacen por nosotros, sino también cómo se comportan en el tratamiento. Desde la penetración, velocidad y forma de actuación hasta la carga magnética que corresponde a cada una y que afecta directamente en el resultado”, advierte la terapeuta.
Artes ¿mágicas?
Volviendo al cliente, y a los métodos para saber qué aceites o conductores despiertan ese “algo” en su interior, en Alqvimia van un paso más allá, utilizando dos técnicas de diagnóstico poco utilizadas, pero muy preciadas en su firma: la kinesiología “sutil”, que ayuda al terapeuta a verificar el uso adecuado de las materias a través de las reacciones musculares del cliente, y la radiestesia, que lo hace con la ayuda de herramientas como el péndulo.
La materias elegidas
La kinesiología, nos explica Nadia Morales, es un antiguo método de diagnóstico que proviene de la medicina ayurvédica y de la medicina tibetana. “Desde hace cientos de años, los médicos tibetanos ponían entre los dedos de sus pacientes los envoltorios de hierbas o productos preparados que les iban a suministrar para ver si eran los adecuados. A mediados del siglo XX, un quiropráctico norteamericano, Goodheart, investigó la relación entre el funcionamiento de los músculos y determinados meridianos”. Así, la kinesiología se basa en la capacidad que tienen los músculos de leer la energía vital que circula o que reside en los órganos del cuerpo.
Teniendo en cuenta que solo el equilibrio de energías nos proporcionará salud, y que cualquier acumulación de energía (ya sea yin o yang) es tan indeseable como un déficit de estas, el profesional realizará un “sencillo” (para un técnico con experiencia) test muscular para conocer nuestro estado. En este proceso, el mensaje lo transmitiremos a través de nuestra resistencia muscular ante el aroma, y quien lo ha probado alguna vez lo sabe: parece algún tipo de magia, pues al contacto con algunas materias, nuestra mano pierde fuerza.
“Aquellas materias que, en contacto con el cuerpo, mejoran o mantienen la resistencia, serán las elegidas. Porque, lógicamente, una reacción positiva en tu sistema locomotor siempre será mejor que lo contrario”, explica la especialista.
La radiestesia, por otro lado, es un método basado en la captación del movimiento energético en puntos de concentración (chakras) a través del uso del péndulo, “muy adecuada para reequilibrios y trabajos de sensibilidad profunda”. Mientras que este método se usará frente a tratamientos como el reequilibrio de chakras o la moxa alquímica, la kinesiología será más coherente, indica Morales, en un tratamiento descontracturante o en corporales.
Aunque es imposible ver todos los casos en detalle, porque cada persona elegirá un aceite u otro en función de su estado holístico en ese mismo momento, las terapeutas sí que pueden reconocer lugares comunes. “En nuestro caso, solemos trabajar más habitualmente con nuestro blend Light Relax, que incluye aceites de lavanda, petitgrain e ylang ylang, entre otros. Suele ser el más común porque hay más gente que busca relax y desconexión”, indica Bella Hurtado, de Aromatherapy Associates.
La terapeuta y formadora de Alqvimia, Nadia Morales pone también el ejemplo de las flores, “una materia delicada, con carga magnética alta en negativo (lo que llamamos yin) y con una concentración elevada de fitohormonas. Suelen ser materias con una alta aceptación en la anatomía y energía femenina debido a sus propiedades en relación con el sistema hormonal femenino. La aceptación, admiración o el buen resultado en relación con el geranio, rosa de Bulgaria o ylang ylang, entre otras muchas, nos indica una alteración o necesidad de atención en aspectos relacionados que posiblemente se estén manifestando tanto en el cuerpo físico como emocional (retenciones de líquido, irregularidades en ciclo menstrual, alteraciones de piel, fases o desequilibrios emocionales…)”.
En todo caso, concluye Morales, el diagnóstico debe ser nuestra herramienta, como profesionales, para atinar mejor con el tratamiento, “nunca para crear un juicio o valorar la exactitud de los procesos. Pretendemos que la experiencia sea enriquecedora, personalizada y eficaz, teniendo en cuenta lo que grita el cuerpo y calla el habla”.










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