Los olores del verano

Diseno Sin Titulo 47

¿Qué tienen las fragancias de verano, que nos gustan tanto? ¿Es el olor en sí mismo o es la sensación que nos transmiten, los recuerdos que nos despiertan? Es complicado intentar separar ambas cosas, pues van de la mano. Los olores son una parte fundamental de las experiencias de bienestar o de los rituales de belleza, por lo que también nos preguntamos, ¿conviene hacer un «cambio de armario» de fragancias en nuestro centro al llegar el calor?

El olfato es uno de los sentidos que nos trae los flashbacks más vívidos. ¿A quién no le ha ocurrido alguna vez? Que un desconocido pase a su lado y su perfume le obligue a pararse en seco y girar la cabeza, como si hubiese visto –olido, en este caso– a un fantasma. Da igual el tiempo que haga que no pensamos en esa persona, el recuerdo es casi un latigazo. O entrar en una cocina ajena y teletransportarse a la de la abuela; oler una crema solar concreta y volver a las vacaciones en la playa con toda la familia. Es el efecto proustiano, lo que le pasó a Proust con su famosa magdalena; el efecto por el cual la exposición a un estímulo desencadena involuntariamente un recuerdo. Se cree que esto pasa más frecuentemente con el olfato porque –sin meternos en explicaciones muy técnicas–, este mensaje llega directamente al sistema límbico sin procesarse, sin filtros; es decir, el olor viaja directamente al centro del cerebro, donde se forma la memoria o se procesan las emociones.

Experiencia envolvente

Esta también es la razón por la que los olores influyen en nuestro estado de ánimo y por la que son tan importantes en una cabina de estética. «El olor es fundamental. Cuando te echas una crema, por ejemplo, valoras también el brillo, la sensación que deja sobre tu piel, y el olor forma parte de la experiencia. Y, sobre todo, tiene que ser coherente con esta«, explica Sandra Iruela que, además de perfumista y formadora, trabaja de consultora de fragancias con firmas de cosmética.

Por mantener esa coherencia es por lo que esta experta considera que deben elegirse los olores más en función del tipo de tratamiento que de la estación del año. Por ejemplo, un masaje descontracturante puede asociarse a aceites esenciales que nos ayuden a aliviar el dolor o que incluso ayuden a vasodilatar, como la menta o los olores más cítricos, mientras que en un masaje relajante optaremos por olores más dulces, balsámicos, que nos aporten calor.

El perfumista italiano Lorenzo Villoresi, sin embargo, opina que, como en verano nos resulta agradable oler fragancias más ligeras y frescas, también es interesante que estén en el ambiente. Primero, porque el calor tiende a potenciar las fragancias, y uno demasiado cálido puede resultar pesado. Segundo, por ese componente emocional del que hablábamos antes. Los olores de verano «transmiten agradables sensaciones de frescura y limpieza, pueden evocar agradables recuerdos de la infancia y de las vacaciones y, en general, son fragancias que comunican vitalidad», concuerda.

Inma Fernández, directora de marketing de Isolée y alumna del prestigioso Grasse Institute of Perfumery (promoción de 2014), también es rotunda cuando le preguntamos si cree que debemos adaptarnos en cabina. «Absolutamente», responde.

«En invierno preferimos las notas cálidas que nos reconfortan, como el ámbar o como el olor de las hojas de tabaco, que es cálido y seco y crea una sensación de confort, o como el olor ligeramente ahumado de la madera de roble, que nos envuelve en calidez». Hay que adaptarse, eso sí, en la medida de lo posible; a veces es más importante tener en cuenta el contexto, como decíamos antes, o el tipo de producto que queremos utilizar. Por ejemplo, indica Fernández, «no es fácil encontrar velas con aromas cítricos, porque se trata de moléculas muy volátiles que olfativamente no reaccionan bien al ser quemadas, pero, por el contrario, sí que existen múltiples opciones de aromas de ambientación cítricos, herbales y aromáticos».

¿A qué huele el verano?

Personalmente, a Sandra Iruela el verano le huele a Calone, un ingrediente sintético que otorga una «nota marina, muy ozónica, es el ingrediente que nos recuerda a la brisa del mar, al salitre, a las ondas marinas, el olor dulzón pero sutil de la piel bronceada». El verano para ella es también bergamota, que es un cítrico pero a la vez dulce, o a yuzu, una fruta pequeñita muy fresca. «A nivel floral para mí es el nerolí, la flor de naranjo o el azahar. Es un tipo de nota que me gusta mucho y asocio al verano», indica.

En las fragancias de verano de Inma Fernández también encontraríamos bergamota, y también pomelo, «que son dos cítricos ligeramente amargos que llenan de energía a las fragancias».

Pero, en general, los expertos coinciden: lo que nos gusta a todos, y especialmente a los españoles, en verano, son «los cítricos, las frutas, las notas florales ligeras, las notas verdes y las hierbas como la menta«, indica Villoresi. También «aromas refrescantes, estimulantes, energizantes y limpios como la citronela, el cilantro, el romero, la salvia o la lavanda«, añade la experta de Isolée. «Suelen ser familias estériles, florales muy sutiles… Son fragancias frescas, ligeras, que relacionamos culturalmente con el verano», responde por su parte Sandra Iruela. Y es que los gustos en aromas son muy subjetivos, pero también tienen una tendencia colectiva en función de cada país. «En España tenemos una cultura olfativa bastante tendente a la perfumería fresca; los primeros perfumes que se comercializaron eran cítricos», nos explica Iruela, y lo achaca al calor. «No relacionamos los olores cálidos o pesados como el chocolate o la vainilla con el verano. Sin embargo –continúa– en Latinoamérica esto les da igual, les gustan los olores más dulces por una cuestión de gustos o costumbres».

El olor a sábanas recién puestas

Otro olor que puede asociarse al verano y que siempre nos trae gratos recuerdos o sensaciones es el «olor a limpio». Todos conocemos y manejamos la expresión, pero ¿en qué se concreta; con qué ingredientes conseguimos este aroma? «La idea del olor a limpio es muy subjetiva: para algunas personas el olor a limpio recuerda al jabón de Marsella, para otras es un olor suave, parecido al del talco… En general, son aromas que recuerdan al olor de la ropa blanca limpia, de las sábanas colgadas a secar al sol», indica Villoresi. La formadora, Sandra Iruela, coincide con que este aroma depende del concepto que nosotros le demos, pero suelen ser olores detergentes o jabonosos, aunque también menciona el calone –es una nota mediterránea, limpia, acuosa, transparente– o la rosa –empolvada, delicada–.

Sin embargo, si hay algo que huele a sábanas recién puestas… ¡Son las sábanas recién puestas! Para Iruela, en un salón de estética, es fundamental que los productos, velas, inciensos o ambientadores que utilicemos sean para acompañar, para sumar un plus a la experiencia, no pretender enmascarar malos olores. Parece obvio, pero a veces lo pasamos por alto: «Todo tiene que oler naturalmente bien, desde las toallas –que hay que airear para que no huelan a humedad– al papel de la camilla –que no huela a pintura o a celulosa–». Sea la estación que sea, recuerda ofrecer una experiencia total, completa y coherente.