Hablamos con Natividad Lorenzo

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«Para mí, la estética es un estado de bienestar, es una expresión de cómo estamos por dentro»

Lleva más de tres décadas de carrera profesional en el sector de la estética y, no obstante, dice que solo ha empezado a darse a conocer desde hace unos pocos años. La remontada, sin embargo, ha sido imparable, porque hoy su nombre es de sobra conocido. Lo ha logrado ejerciendo una labor didáctica y divulgativa de su profesión y, de puertas para adentro, siendo fiel a su idea de que la estética, es también salud. De ahí, el trato personalizado a cada cliente y los consejos para cuando termine su tratamiento, porque los cuidados, con ella, no se limitan a la cabina.

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Pregunta.- ¿Cuándo fue tu primer contacto con la estética, con la belleza, cuáles son tus primeros recuerdos?

Respuesta.- Mi primer contacto fue con 21 años, después de terminar todos mis estudios. Me fui a un centro de formación con mucho prestigio en Madrid y un nivel muy alto de conocimientos en todo lo relacionado con la estética corporal y facial. También, era alto el nivel cultural y económico de las mismas compañeras. Y, antes de terminar, como obtuve buenos resultados académicos, tuve la suerte de trabajar en institutos de belleza de prestigio. 

Y mi primer recuerdo es en un centro de la colonia de El Viso, al que iba a hacer tratamientos faciales y en el que me sentía muy cómoda y querida por los clientes y la dirección.

P.- ¿Siempre supiste que te querías dedicar a esto?

R.- Me llamaba la atención el cuidado personal, la piel, la imagen de uno mismo, cómo eran las mujeres que iban a los institutos de belleza y esa clase, distinción y belleza que había en torno a esta profesión. Ese fue el motivo que hizo que me metiese en ella. Al año de empezar – era muy joven y me creía que la estética solo era la perfección de la imagen-, estuve a punto de dejarlo y hacer enfermería, pero me di cuenta que con el tiempo se obtenían buenos resultados. También me di cuenta de que el aspecto de la mayoría de mujeres que se cuidaban era muy bueno y, sobre todo, que cuando una persona se cuida y se gusta, se quiere más y es más feliz.

P.- ¿Cómo definirías o qué significa para ti la estética?

R.- Para mí la estética es un estado de bienestar, es una expresión de cómo estamos por dentro. Con la estética se ayuda mucho a las personas, incluso en estados muy delicados de salud.

P.- ¿Cómo crees que ha cambiado desde que tú empezaste en la profesión hasta ahora?

R.- Ha cambiado en el aspecto de que la ciencia también hace que avancemos en los cuidados y resultados estéticos. Que los laboratorios o fabricantes de máquinas avanzan y desarrollan muy buenos tratamientos y eso ha hecho que se demanden más estos servicios y que se vea una necesidad social, además de muy buenos resultados.

P.- ¿Qué innovación tecnológica es la que más te ha sorprendido?

Más que sorprender, me gusta que la cosmética o las cremas ya no sean sólo emolientes (grasas) o perfumes, sino que son productos activos que llegan a tratar problemas o necesidades diferentes de la piel porque son capaces de actuar hasta la dermis. Es decir, su capacidad de absorción es mayor y eso ayuda.  También me gusta que no todo se centre en cirugías o tratamientos invasivos o quirúrgicos, porque al final no dejan de ser operaciones que producen estrés al organismo y en algunos casos no es necesario. O, por lo menos, la cirugía tendría que ser como antes, en edades muy maduras.

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P.- ¿Qué crees que es lo más importante en un profesional de la estética?

R.- Su preparación o formación, para así tener el mayor conocimiento de la especialidad o de la misma profesión. También, la honestidad y la profesionalidad. Se debe actuar siempre con una ética adecuada, desde el respeto al cliente y, sobre todo, a su salud. Por último, es muy, muy importante ganarse la confianza del cliente.

P.- ¿Qué tratamientos son tus favoritos y por qué?

R.- Mi especialidad son los tratamientos faciales y corporales. Todos personalizados. Siempre estoy formándome, buscando las últimas novedades para ver cómo adaptarlas a las distintas necesidades de nuestros clientes. Eso sí, sabiendo que siempre hay más para aprender y estando pendiente de todo lo que pueda ocurrir.  Porque algo que quiero dejar claro es que los tratamientos funcionan, pero hay que saber que la cosmética y los tratamientos no son inocuos y la pieles y cuerpos son caprichosos.

P.- ¿Qué diferencia vuestro centro de otros, qué fideliza a tus clientes?

R.- La confianza, la profesionalidad y, sobre todo, que para mí la estética es salud. Me gusta escuchar al cliente, que me hable de sus inquietudes y, con esa estrecha relación, ayudarle desde una comunicación completa a que vea qué podemos hacer, porqué y cuándo. Todo esto, sabiendo que la belleza y la estética no significa no envejecer, pero que ayudan mucho a estar mejor y a hacer que el envejecimiento se vaya retrasando. Todo esto y mucho más hace que nuestros clientes sean fieles y confíen plenamente en mí y en mi equipo.

P.- ¿Quiénes son tus clientas habituales?

R.- Son clientes de 35 a 60 años, con un nivel adquisitivo alto, a las que les gusta cuidarse y que son muy exigentes. Cuando a un cliente le gusta cuidarse, invierte en ello, y cuando es exigente, sabe diferenciar lo bueno de lo malo. No le mueve el precio, sino que sabe que lo bueno, hay que pagarlo. Son clientes respetuosos y que confían. Eso ayuda mucho cuando es por ambas partes.

P.- ¿Te gusta más la faceta de empresaria o la de cabina?

R.- Son dos facetas que pueden ir de la mano. El problema es que si eres muy empresaria, la parte humana la pierdes y el sacrificio es menor. El trabajo en cabina te enseña a ver realmente cómo funcionan los tratamientos, qué espera el cliente, cómo se siente y, sobre todo, no pierdes la parte humana. En contrapartida, te limita más los ingresos, porque hay veces que piensas: «¡Uf! No voy a hacer que gaste más dinero». Pero actualmente estoy encantada, porque me gusta lo que hago y estoy ahí.  Es otra filosofía de negocio o de profesional, pero estoy convencida de que es en la que yo creo y la que quiero.

P.- ¿Qué tratamientos recomendarías siempre ofrecer en un centro de estética? Los must have.

R.- Los masajes. He visto cómo a través de los masajes se pueden ayudar a mejorar muchos estados emocionales y estados de salud serios, y cómo puedes coger cariño a una persona que está pasando por un mal momento en su vida y que te necesita para que le cuides y mimes. Como, con un masaje, puedes hasta ayudar a una persona con un brazo congelado o con una paraplejía. Son vivencias que he tenido y que me han hecho sentirme grande y necesaria en mi trabajo; ahí es donde he visto que es una necesidad social.

P.- ¿Qué opinas de la relación o la colaboración de los profesionales de la estética con los médicos estéticos?

R.- Esta es una profesión multidisciplinar y deberíamos aprender en España a que hay que saber trabajar en equipo entre los distintos profesionales para obtener el mayor resultado posible a la hora de ayudar a un cliente o paciente. La pena es que muchas veces lo que mueve es ganar más y más dinero como sea, sin pensar en el trabajo en equipo, que es lo que garantiza el éxito, un buen trabajo y, sobre todo, el mejor resultado.

P.- Y, entre los esteticistas, ¿cómo crees que debe ser la relación? ¿Se se puede aprender más de otros profesionales?

R.- Buena pregunta. La profesión de la estética es una profesión no reconocida y menos valorada. Debería de haber mucha más formación y menos intrusismo. Es una profesión seria, ya que tenemos entre nuestras manos a personas que nos necesitan, personas que ponen toda la ilusión y confianza en nosotros. La cosmética, como decía, no es inocua, y las pieles son caprichosas e únicas. Por eso debería haber mucha más exigencia en la formación. Esta situación hace que entre muchas profesionales no haya respeto, incluso entre los distintos gremios.

Yo haría de la estética una carrera, lo que hoy se llama grado, y no dentro del mundo de peluquería, como lo tiene el Ministerio de Educación, sino que lo metería en el mundo de la salud como están la enfermería o la fisioterapia también estética.  Exigiría más respeto -a lo que se hace y a quien se le hace- y formación.

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P.- Y, en general, ¿qué opinas de la situación actual de vuestro sector?

R.- Como te he dicho, no lo veo claro ni bien. Están viniendo muchas personas de otras nacionalidades, realizando prácticas osadas y atrevidas, que no se adaptan a la normativa española, con el riesgo que eso conlleva. Y no sólo es que haya sectores que nos tiren por tierra, sino que además viene Sanidad y no nos deja trabajar ni siquiera con lo que sí podemos y debemos.  Tenemos que prepararnos para trabajar bien. A mí no me da miedo hablar claro y alto porque me encanta lo que hago y digo lo que se debe aprender y lo que no podemos o debemos hacer

P.- ¿Crees que la gente conoce bien el sector? En cuanto a tratamientos disponibles, precios…

R.- No, creo que la gente lee, escucha y ve, pero que realmente no se entera mucho de lo que es cada tratamiento o producto, ni para qué sirve. Creo que es necesario mucha más información profesional, información sincera y no exagerada como la que se vende o se ve. Estoy convencida que si se dice la verdad, la gente se cuidará más y confiará.

P.- ¿En esta profesión, hay que renovarse o morir? ¿Cómo se puede hacer?

R.- En todas las profesiones hay que renovarse porque la ciencia está en continuo avance. Eso es muy bueno porque ayuda a tener muy buenos resultados y más duraderos.  La vida es un aprendizaje constante y continuo: ¡siempre hay que estar ahí! Sobre todo, cuando te gusta lo que haces, te importa y crees en ello.

P.- ¿La belleza es algo reservado para gente con dinero?

R.- Es evidente que hay que tener dinero, como para casi todo. No es una necesidad de primer grado, pero cuidarse bien vale dinero porque a nosotros nos cuesta también mucho dinero ofrecer una estética de calidad. Además, son tratamientos largos en cada sesión y siempre personalizados. Es decir, hay un profesional dedicado para una única persona.

P.- Las mujeres tenemos siempre una gran presión social. Se nos exige estar siempre guapas, se nos juzga por nuestro peso, por nuestro cuerpo, nuestra edad… Desde tu posición como profesional de la estética, ¿qué opinas de esto?

R.- Es verdad que se nos exige, pero está en nuestras manos. La mujer siempre está diciendo en voz alta lo mal que se ve, la celulitis que tiene, las arrugas… Eso hace que parezca más una necesidad femenina que masculina. Esto hay que cambiarlo. Hay que ser menos crítico en voz alta y saber que hay que cuidarse más por uno mismo que por los demás. Y, sobre todo, hacer ver que es importante que los caballeros también se cuiden. Todos envejecemos y lo único que nos diferencia es la delicadeza de las pieles o los embarazos, pero todo lo demás es igual. Todos envejecemos y por ello hay que cuidarse, tanto hombre como mujer.

P.- Echando la vista atrás, ¿de qué es de lo que te sientes más orgullosa?

 R.- De haber confiado en mi intuición, haber visto en esta profesión algo tan importante para las personas, luchar por ello y ser constante y, sobre todo, es muy importarme para mí la confianza que han puesto mis clientes en mí. Esta profesión no solo me ha hecho crecer como profesional, también como persona. Me ha dado tanto que me siento muy, muy feliz. Mis clientas me han enseñado mucho y les agradezco todo lo que me ha dado, ¡que ha sido mucho! Mi enriquecimiento es un enriquecimiento humano.

P.- ¿Cómo ves tu futuro profesional?

Lo veo bien. Me estoy dando a conocer desde hace pocos años, aunque llevo más de 35 de carrera. Estaba escondida en mi trabajo y mis clientes. Me daba miedo la inversión, no quería ahorcarme en un enorme gasto y que eso me agobiase y no pudiese seguir en la misma línea, manteniendo la honestidad y profesionalidad. No quería inversores a mi lado y el hecho de salir al exterior y luchar por algo que no sabía si iba a funcionar me asustaba; pero mi trayectoria profesional y vivencias personales me hicieron lanzarme y luchar por lo que creía. Y, hoy, te digo que me siento muy orgullosa y contenta de haberlo hecho. Por ello sé que mi futuro es prometedor, pero no olvido que hay que estar siempre ahí, luchando y trabajando mucho.